martes, 13 de octubre de 2009

Edificio Bankunión. Corrales y Molezún, 1972-75


1. Cafetera.
2. Investigación.
3. Diafanidad.
4. Pompidou.
5. Implantación.

1. Corrales y Molezún terminaron en 1972 el edificio Bankunión. Una bóveda de cañón corrido de aluminio rojizo remata un paralelepípedo del mismo material y vidrio en franjas horizontales. Todas las tuberías del edificio son exteriores, en principio, porque así su superficie no computa y, en verdad, para conseguir ese aire mecánico. Por este aspecto los madrileños lo llamaron “la cafetera” y fue durante un tiempo imagen de modernidad.
2. Desde el exterior, el aspecto de los complejos cerramientos de aluminio rojo y cristal es impecable, están intactos y se conservan como el primer día, siempre ha procurado tratar de diferente manera las fachadas orientadas al norte y al sur, en función de su posición respecto al sol, por eso la fachada sur al mediodía tiene las ventanas retranqueadas y protegidas por un cristal tintado reflectante, mientras que la fachada norte lleva la carpintería en el plano exterior y no tiene reflectantes.
En el aspecto externo del edificio siempre ha llamado la atención la presencia de tubos verticales en la fachada. Su imagen de máquina habitada ha tenido un fuerte impacto entre arquitectos y ciudadanos, pero no era ésta la intención de sus autores, que solamente pretendían realizar un edificio funcional, organizado de la manera más coherente en relación con la normativa vigente en el momento de la construcción.
3. El edificio se construyó de acuerdo con un proyecto muy cuidado en todos sus detalles, del que destaca la intención de construir una planta diáfana de 15 metros de anchura sin pilares intermedios, que se extendía a lo largo de 30 metros, situando los ascensores y las escaleras en los extremos.
Las normas municipales fijaban la altura máxima del edificio y la altura mínima interior de cada planta. Para conseguir el máximo aprovechamiento sólo podían reducir el espesor que separaba el techo de un piso del suelo del siguiente, compuesto por la parte rígida sobre la que se pisa y una cámara para llevar ocultas las instalaciones del aire acondicionado. Corrales y Molezún aprovecharon que la normativa permitía disponer algunos elementos de las instalaciones fuera del volumen máximo previsto para el edificio, y ellos lo aprovecharon para sacar los tubos de aire acondicionado a las fachadas, de manera que, quitando los cielos rasos de cada planta, conseguían encajar un piso más dentro de la altura máxima permitida.
Corrales recuerda el concurso de 1970 en el que participaron los mejores arquitectos del momento, convocados por invitación de Bankunión, y piensa que esa picardía de conseguir una planta más quizá influyera en el resultado. Lo cierto es que los tubos de aire acondicionado en la fachada se convirtieron en la parte más original del proyecto, la que lo identificaría con una elegante estética maquinista dentro de la arquitectura moderna española. En este caso el genio y el ingenio se unieron para que dos arquitectos de extraordinario talento consiguieran uno de los mejores edificios de la ciudad, insertando un soplo de libertad en la solemne arquitectura bancaria de la Castellana.
Otros aspectos destacables del edificio son la cubierta y las cimentaciones. El edificio se remata en la parte alta con una poderosa bóveda semicilíndrica forrada de aluminio, ofreciendo un perfil nuevo en la coronación que jugaba con el semicilindro del cartel de Bankunión. La construcción es tan singular en sus partes ocultas como en las vistas.
5. Pero también se trata de un edificio interesado en conectar con su entorno y con la historia, ya que el color rojo claro del aluminio de fachada enlazaba con el del ladrillo visto, de larga tradición en la ciudad y en el eje de La Castellana, y la cubierta metálica también se relaciona con los tejados metálicos que eran abundantes en la arquitectura madrileña del siglo XIX, en otros edificios singulares como los museos o la Biblioteca Nacional.

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